Era una noche oscura y tormentosa en la vibrante ciudad que nunca dormía. Las calles, normalmente llenas de vida, estaban desoladas, bañadas por la persistente lluvia que repiqueteaba en los techos y aceras. En el cuartel general del "Sistema de Distribución de Gatos" (SDG), las luces seguían encendidas, reflejando nuestro incesante compromiso con los felinos de la ciudad.
Justo cuando el reloj marcaba la medianoche, un sonido interrumpió la monótona melodía de la lluvia: el teléfono urgente del SDG, reservado solo para casos de extrema necesidad. Levanté el auricular, y la voz agitada de Doña Elena atravesó la línea. "Tenemos un reporte de un maullido constante y desesperado proveniente de la vieja mansión en la colina. Nadie ha vivido allí en años. Necesito que investigues, podría ser un caso para nosotros."
Tomando mi gabardina y linterna, me dirigí a la espeluznante mansión. La estructura, otrora majestuosa, ahora era un esqueleto de madera y piedra, consumido por la vegetación y el abandono. El viento silbaba a través de sus rotas ventanas, y cada paso que daba resonaba en el vacío del lugar.
El maullido se hacía más fuerte y más claro a medida que avanzaba. Seguí el sonido hasta llegar a un sótano semi-inundado. La luz de mi linterna captó dos ojos brillantes que me observaban desde un rincón oscuro. Era un pequeño gato, empapado y temblando, claramente aterrado y solo.
Con cuidado, me acerqué y extendí mi mano, hablándole suavemente para ganar su confianza. Al principio, el gatito se resistió, pero poco a poco, su miedo cedió lugar a la curiosidad. Con delicadeza, lo envolví en mi gabardina y lo llevé de vuelta al SDG.
A la mañana siguiente, el gato, al que cariñosamente llamamos "Sombra", fue examinado por el Dr. Soto. Afortunadamente, aparte de estar un poco desnutrido y asustado, estaba en buena salud. Doña Elena y yo trabajamos en encontrarle un hogar, y no pasó mucho tiempo antes de que una familia amorosa se enamorara de él.
El caso del misterioso maullido de medianoche no solo salvó a un gato de la desolación, sino que también reforzó la leyenda del SDG como los guardianes incansables de los felinos en nuestra ciudad. Cada maullido es una llamada a la acción, y en el SDG, nunca dejamos de escuchar.
Pero la historia no terminó ahí. Intrigado por la presencia de "Sombra" en una casa aparentemente abandonada durante años, decidí investigar más a fondo. Durante días, revisé registros antiguos y hablé con vecinos y autoridades locales. La mansión había pertenecido a una excéntrica amante de los gatos que había fallecido sin herederos conocidos. Según los rumores, había dejado toda su fortuna a sus gatos, que supuestamente habían desaparecido tras su muerte.
La curiosidad me llevó de vuelta a la mansión, esta vez con compañía. Junto con un par de voluntarios del SDG, exploramos cada rincón de la propiedad durante el día. Nuestros esfuerzos no fueron en vano. En un escondido panel detrás de la chimenea, encontramos una pequeña habitación secreta. Dentro, estaba el refugio perfectamente preservado de varios gatos, con juguetes, camas y hasta un dispensador automático de comida, todavía en funcionamiento.
Este descubrimiento no solo reveló el misterio de la mansión y el destino de los gatos de la difunta propietaria, sino que también nos permitió rescatar a otros seis felinos, que habían aprendido a vivir de manera casi autónoma en su escondite secreto. "Sombra" había sido el único lo suficientemente valiente o desesperado como para buscar ayuda.
Cada gato fue llevado al SDG, donde recibieron cuidados y, eventualmente, nuevos hogares. La historia de la mansión y su última dueña se convirtió en una leyenda urbana en la comunidad, y el valor de esos gatos como sobrevivientes cautivó los corazones de muchos.
El caso del misterioso maullido de medianoche se cerró, pero dejó una huella imborrable en todos los que participamos. En el SDG, sabíamos que cada maullido tiene una historia, y nuestra misión es asegurarnos de que cada una de ellas tenga un final feliz.