Nuestros protagonistas, Lucas y Mateo continuaron su búsqueda con una determinación que parecía crecer con cada día que pasaba. El molino abandonado, con su misteriosa caja incrustada en la pared, se había convertido en el centro de su atención. Cada noche, armados con linternas y una creciente colección de herramientas y mapas antiguos, los dos amigos volvían al molino, explorando cada grieta y cada sombra.
Una noche de luna nueva, cuando el cielo estaba especialmente oscuro y las estrellas parecían susurrar entre ellas, Lucas trajo consigo un libro que había encontrado escondido en un rincón olvidado de la biblioteca de Relojmedio. El libro estaba encuadernado en cuero azul y tenía el dibujo de una llave dorada en la portada. “Mira, Mateo,” dijo Lucas con voz baja, “este libro habla de un ritual antiguo para invocar a los guardianes del tiempo. Tal vez, si lo intentamos, podríamos pedirles que nos ayuden a encontrar la llave.”
Mateo, aunque un poco escéptico sobre la idea de rituales mágicos, asintió. La desesperación por resolver el misterio los estaba llevando a considerar posibilidades que antes habrían descartado sin pensarlo. Juntos, prepararon el espacio en el centro del molino, siguiendo las instrucciones del libro al pie de la letra. Dibujaron un círculo con tiza en el suelo y colocaron velas en puntos estratégicos alrededor del círculo.
Al terminar, Lucas comenzó a leer en voz alta las palabras antiguas, su voz resonando en las paredes de piedra del molino. Con cada palabra, el aire parecía hacerse más pesado, y una brisa fría empezó a soplar a través de las ventanas rotas. Las velas parpadeaban como si estuvieran a punto de extinguirse, pero seguían ardiendo.
De repente, la figura de Minerva apareció dentro del círculo. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y severidad. “Jóvenes aventureros,” dijo con su voz que sonaba como el viento entre las hojas, “han invocado un poder que no comprenden completamente. Sin embargo, su determinación ha llamado mi atención. ¿Están realmente preparados para lo que pueden descubrir?”
Lucas y Mateo, tomados por sorpresa pero resueltos, asintieron casi al unísono. “Necesitamos encontrar la llave,” dijo Lucas con firmeza. “Necesitamos saber qué hay detrás de la caja en esta pared.”
Minerva los miró profundamente, como si pudiera ver hasta el fondo de sus almas. Luego, con un suspiro, extendió su mano y de la nada apareció una pequeña llave plateada. “Esta llave abrirá muchas puertas, algunas que quizás preferirían dejar cerradas. Pero también puede llevarlos a entender grandes misterios. Usen esta llave con sabiduría y recuerden: cada acción tiene su consecuencia.”
Tomando la llave con manos temblorosas, Lucas se acercó a la caja en la pared. Insertó la llave en la cerradura y giró suavemente. Con un clic, la caja se abrió, revelando su contenido: un antiguo reloj de arena con arena dorada que fluía de un extremo al otro, sin parecer disminuir nunca.
Minerva explicó que el reloj de arena medía algo más que tiempo; medía posibilidades y era un mapa hacia otros mundos y tiempos, un guía a través del infinito laberinto del multiverso. “Este reloj de arena puede llevarlos a lugares que ni siquiera han soñado, pero cada viaje tiene su precio. Piensen bien antes de decidir usarlo.”
Con esas palabras, la figura de Minerva se desvaneció, dejando a los niños solos en el molino con el reloj de arena. Lucas y Mateo se miraron, sabiendo que su aventura acababa de empezar. Había mundos que explorar, misterios que resolver, y decisiones que tomar que podrían cambiarlo todo.
Y así, con el reloj de arena en mano, se dispusieron a planificar su primer viaje. Pero eso, queridos lectores, es una historia para otro momento, una historia de aventuras entre las estrellas y secretos escondidos en las sombras del tiempo. Una historia que aún está por escribirse.