Había una vez en el vasto cielo azul, una nube vieja y sabia llamada Nimbus. A diferencia de las demás nubes, Nimbus tenía una particularidad muy especial: nunca se convertía en lluvia. Mientras las otras nubes jóvenes crecían y eventualmente dejaban caer su agua para nutrir la tierra, Nimbus simplemente flotaba, cambiando de forma y viajando por el mundo.
Nimbus no era una nube común. Podía transformarse en cualquier figura imaginable: un león majestuoso, un barco veloz, o incluso una sonriente cara de niño. Durante sus viajes, Nimbus tenía una misión importante: enseñar a las nubecillas jóvenes sobre su propósito en el mundo y las maravillas de poder transformarse y jugar en el cielo.
Un día, mientras Nimbus flotaba sobre un valle verde y frondoso, notó a un grupo de nubecillas que parecían confundidas y desorientadas. Se acercó a ellas y, adoptando la forma de un sabio búho, comenzó a contarles historias de los lugares lejanos que había visitado.
"Queridas nubecillas," comenzó Nimbus, "cada uno de nosotros tiene un rol especial en este mundo. Algunas nubes nutren los campos y llenan los ríos, otras dan sombra a las criaturas del bosque en días calurosos, y algunas, como yo, viajamos para enseñar y compartir la sabiduría del cielo."
Las pequeñas nubes escuchaban con atención, fascinadas por las aventuras de Nimbus. Les contó sobre los desiertos donde los camellos andaban bajo el sol abrasador, sobre las montañas cubiertas de nieve donde los árboles se vestían de blanco, y sobre las vastas ciudades donde las luces parecían estrellas caídas del cielo.
Motivada por las historias, una joven nube preguntó, "¿Y cómo podemos saber cuál es nuestro propósito, Nimbus?"
Nimbus sonrió con su forma de búho y respondió, "Observen, escuchen y aprendan. Con el tiempo, encontrarán su camino. Y mientras tanto, no tengan miedo de soñar y jugar con las formas que pueden crear. Miren…"
Con un suspiro suave, Nimbus cambió de forma nuevamente, esta vez convirtiéndose en un dragón gigante que parecía volar a través del viento. Las nubecillas rieron y comenzaron a intentar diferentes formas, creando un zoológico de criaturas fantásticas en el cielo.
Un día, mientras jugaban a cambiar de forma sobre un gran océano, Nimbus sintió una pesadez que nunca antes había experimentado. Era su momento, después de tantos años, de convertirse en lluvia. Sabía que este día llegaría eventualmente, aunque nunca había sabido cuándo.
Las nubecillas, al notar el cambio en Nimbus, se alarmaron. "¿Qué sucede, Nimbus?" preguntaron con preocupación.
"Es tiempo para mí de hacer lo último que me queda por hacer: nutrir la tierra como una verdadera lluvia," explicó Nimbus, transformándose en una suave y gentil lluvia que comenzó a caer sobre el océano, tocando la superficie del agua con miles de pequeñas gotas.
Mientras Nimbus se despedía, dejando caer cada parte de sí mismo hacia el mar, las jóvenes nubes se reunieron alrededor, formando un coro de figuras que representaban su agradecimiento y respeto. Se convirtieron en árboles, animales y flores, cada uno más hermoso que el anterior.
Y así, mientras Nimbus se dispersaba en el océano, las nubecillas prometieron llevar adelante sus enseñanzas, viajando por el mundo y compartiendo la sabiduría de las formas con nuevas nubes. Y en los días claros, cuando el sol iluminaba el cielo, podías ver a Nimbus en las formas de las nubes, recordando a todos que, aunque algunas nubes eventualmente caen como lluvia, su espíritu siempre permanece en el cielo, guiando y enseñando.
Desde entonces, cada vez que alguien mira hacia arriba y ve una forma reconocible en las nubes, sabe que Nimbus sigue viajando, enseñando y jugando, eternamente parte de ese vasto y maravilloso cielo.