En el rincón más extravagante del jardín de Doña Florinda, vivía una cucaracha muy especial llamada Zetsy. Ahora, Zetsy es mayor y le encanta contar sus historias a los más jóvenes, especialmente la historia de cómo perdió una de sus patitas y cómo eso cambió su vida para siempre.
"Ven aquí, pequeño," dijo Zetsy a un joven escarabajo que estaba fascinado con sus relatos. "Déjame contarte algo. Mi hermana Carlota es famosa por sus grandes aventuras, pero no sólo a ella le pasan cosas interesantes. Ella es la más conocida, claro, pero espera a que escuches mi historia. ¡Es una locura!"
Era una mañana soleada, y decidí explorar una parte del jardín que siempre me había parecido intrigante, llena de objetos olvidados como sombreros de copa para gusanos y patinetes diminutos para caracoles. ¿Te imaginas? Gafas de sol para hormigas. ¡Ja! Ni siquiera tienen orejas para sostenerlas.
Mientras trepaba por una caja de fósforos gigante, un grillo despistado, que parecía estar practicando algún tipo de danza acrobática, chocó contra la caja. ¡Boom! Perdí el equilibrio y caí de la caja, soltando un sonoro "¡Ay, mi pata!" al aterrizar. Cuando me levanté, noté que una de mis seis patitas había desaparecido. ¿Puedes creerlo?
Primero, intenté caminar como si nada hubiera pasado, pero terminé dando vueltas en círculos como una peonza loca. Me caía más veces de las que podía contar. Todos los insectos del jardín se reían, y yo, bueno, me uní a ellos. "¡Miren, soy una cucaracha giratoria! ¡Ruedas gratis en cada esquina!" solía decir.
Decidida a adaptarme, empecé a experimentar con diferentes formas de moverme. Intenté usar una ramita como pata de reemplazo, pero resultó ser demasiado rígida y se rompió al poco tiempo. Luego intenté con una espina de rosa, pero eso solo me hizo caminar con un trote extraño que asustaba a las mariposas. ¡Ah, las pobres mariposas! Salían volando como si hubieran visto un fantasma.
Un día, mi amigo Hugo el escarabajo, conocido por su sabiduría y sentido común, me dio un consejo. Me dijo: "Zetsy, ¿por qué no aprendes a moverte con las patas que te quedan?" Y yo pensé que era una idea ridícula, pero perfecta para mí. Así que comencé a practicar caminar con solo cinco patas.
Al principio fue complicado, pero con el tiempo, empecé a moverme con una gracia torpe y encantadora. Desarrollé un estilo único, algo así como una mezcla entre un baile de salsa y una polca desastrosa. Y sabes qué, encontré mi propio ritmo y equilibrio.
Un día, las hormigas del jardín me invitaron a un concurso de talentos. "¡Vamos, Zetsy! Queremos ver tu nuevo estilo de baile de cinco patas," me dijeron. Así que participé y, ¿adivina qué? ¡Gané el primer premio! Me dieron un sombrero de copa diminuto, hecho a medida para cucarachas. ¡Oh, qué días aquellos!
Organizaba espectáculos de comedia y acrobacias. Mi especialidad era encontrar humor en cualquier situación. Recuerdo que una vez hice una gran fiesta en honor a mi pata perdida. "¡Vengan todos! Celebremos mi pata perdida. Habrá comida, música y muchas caídas graciosas," anuncié. Fue un éxito rotundo.
Aprendí que no necesitas ser perfecto para ser feliz. Mi actitud positiva y mi capacidad para encontrar el lado divertido de la vida me convirtieron en una heroína en el jardín. Siempre les digo a los más jóvenes, como tú, que la vida, aunque a veces absurda y llena de imprevistos, siempre puede ser maravillosa. Así que nunca dejes de reír y de encontrar la alegría en las cosas más simples.
Y así, pequeño, la cucaracha de cinco patas encontró su lugar en el mundo, enseñando a todos que la vida es un viaje lleno de sorpresas y risas. ¿Qué te parece si ahora vamos a buscar más sombreros de copa para gusanos? ¡Seguro que encontramos algo interesante!
Y con eso, Zetsy se levantó con una sonrisa traviesa, lista para embarcarse en su próxima aventura. El joven escarabajo, inspirado y lleno de curiosidad, la siguió de cerca, sabiendo que cualquier cosa podría suceder cuando uno vive la vida con humor y una pizca de locura.