Era una mañana típica en Sombra Larga. El sol apenas se asomaba por entre las nubes grises, y una fina niebla cubría las calles empedradas de la ciudad. Como cada día, me dirigí a la Oficina Central del Sistema de Distribución de Gatos, o SDG para los conocidos. Mi corazón latía con entusiasmo, listo para el próximo misterio.
Al entrar, el aroma a café y pergaminos viejos me dio la bienvenida. Doña Elena, la recepcionista, estaba ya en su puesto, rodeada de mapas antiguos y herramientas místicas. Su figura siempre me recordaba a una vieja amiga, con su cabello gris recogido en un moño y sus ojos astutos detrás de unas gafas redondas.
—Buenos días, Doña Elena —saludé, quitándome el sombrero con una sonrisa.
—Buenos días, agente —respondió ella con una sonrisa cálida—. Hoy tenemos un caso muy peculiar. Luna, la gata de los Green, ha desaparecido.
—¿Luna? ¿No es esa la gata que nadie parece ver? —pregunté, intrigado.
—Exactamente. Al parecer, su pelaje se mimetiza con los muebles y los alrededores, haciendo que sea casi invisible. Pero esta vez, parece que no solo se ha mimetizado, sino que ha desaparecido por completo.
Doña Elena me entregó un sobre con la información del caso. Dentro, había una fotografía de Luna, una gata con un pelaje gris oscuro que efectivamente parecía desvanecerse en el fondo de la imagen.
—¿Alguna pista? —pregunté mientras estudiaba la foto.
—Los Green dicen que la última vez que la vieron fue en el salón, pero cuando fueron a buscarla para la cena, ya no estaba. Revisaron toda la casa, pero no hay rastro de ella.
—Entendido. Iré de inmediato a la casa de los Green.
Doña Elena asintió y, con un gesto de su mano, me deseó buena suerte. Salí de la oficina, preparándome para enfrentar este enigma. La desaparición de una gata invisible prometía ser un desafío interesante.
La casa de los Green se encontraba en una de las zonas más antiguas de Sombra Larga. Era una mansión de estilo victoriano, con un jardín amplio y misterioso que parecía haber salido de un cuento de hadas. Al llegar, fui recibido por la señora Green, una mujer amable de cabello rizado y sonrisa preocupada.
—Gracias por venir tan rápido, agente —dijo mientras me guiaba al interior.
—Es un placer, señora Green. Cuénteme, ¿qué sucedió exactamente?
—Luna estaba en el salón esta mañana. La vi dormitando en su rincón favorito. Pero cuando fui a buscarla para la cena, no estaba por ninguna parte. Hemos buscado en cada rincón de la casa, pero parece haberse desvanecido.
—¿Puedo ver el salón? —pregunté.
Me condujo a un amplio salón decorado con muebles antiguos y cortinas pesadas. En una esquina, había un pequeño cojín, claramente el lugar favorito de Luna. Me arrodillé y observé de cerca, buscando cualquier pista.
—Aquí fue donde la vimos por última vez —dijo la señora Green, señalando el cojín.
Pasé mi mano por la superficie del cojín, notando un leve rastro de pelaje gris. Sin embargo, algo más llamó mi atención: una pequeña pluma dorada atrapada en el tejido del cojín.
—¿Tienen algún pájaro en casa? —pregunté, levantando la pluma.
—No, ninguno. Esa pluma no es nuestra.
—Interesante. Esto podría ser una pista.
Guardé la pluma en mi bolsillo y continué buscando en el salón. Mi mente se llenaba de preguntas. ¿De dónde había venido esa pluma? ¿Podría ser una señal de dónde estaba Luna?
Decidí inspeccionar el resto de la casa. La señora Green me guió por las habitaciones, cada una más impresionante que la anterior. Sin embargo, no encontré más pistas sobre el paradero de Luna. Cuando llegamos a la biblioteca, algo llamó mi atención.
—¿Han revisado aquí? —pregunté, señalando una estantería llena de libros.
—Sí, pero no encontramos nada fuera de lo común.
Sin embargo, algo en la estantería parecía extraño. Me acerqué y examiné los libros más de cerca. Uno de ellos, un tomo antiguo de cuentos de hadas, estaba ligeramente descolocado. Lo saqué con cuidado y, detrás de él, encontré otra pluma dorada.
—Aquí hay otra pluma —dije, mostrándosela a la señora Green.
—Eso es muy extraño. No entiendo de dónde vienen.
—Yo tampoco, pero estoy seguro de que nos llevarán a Luna.
Guardé la segunda pluma y me despedí de la señora Green, prometiendo volver pronto con más respuestas. Tenía dos plumas doradas y una sensación de que algo extraño estaba ocurriendo. La desaparición de Luna no era un caso común, y estaba decidido a resolverlo.
Regresé a la Oficina Central del SDG con las plumas en mano. Doña Elena me recibió con su habitual sonrisa, pero noté un destello de curiosidad en sus ojos cuando le mostré las plumas.
—Interesante —dijo, tomando una de las plumas y examinándola de cerca—. Estas no son plumas ordinarias. Parecen tener algún tipo de significado.
—Eso pensé. Pero no estoy seguro de qué tipo de significado es.
—Déjame consultar algunos de los libros antiguos. Tal vez encontremos alguna pista.
Pasamos las siguientes horas revisando libros de historia y leyendas locales. Finalmente, en un tomo polvoriento, encontramos una referencia a plumas doradas utilizadas como adornos en rituales de un antiguo grupo de artistas callejeros que habían habitado Sombra Larga hacía muchos años.
—Esto tiene sentido —dije, reflexionando—. Si Luna se encontró con alguno de estos artistas, podría estar escondida en uno de los lugares donde solían actuar.
—Pero, ¿dónde exactamente? —preguntó Doña Elena.
—Necesitamos buscar más pistas. Tal vez haya algún lugar en la ciudad donde estos artistas solían reunirse.
Salí nuevamente a las calles de Sombra Larga, esta vez con la intención de investigar los viejos escenarios de los artistas callejeros. Recordé que había un antiguo teatro al aire libre en el parque central, un lugar donde las leyendas decían que los artistas se reunían para practicar sus artes.
El parque central estaba envuelto en una bruma ligera, y el teatro al aire libre, aunque en ruinas, todavía mantenía su encanto. Caminé hacia el escenario y comencé a buscar pistas. Fue entonces cuando vi algo brillar entre las tablas del escenario: otra pluma dorada.
—Vamos por buen camino —murmuré para mí mismo.
De repente, escuché un suave maullido. Me volví rápidamente y vi a Luna, apenas visible contra el fondo del escenario. Su pelaje se mimetizaba perfectamente con las sombras y los tonos grises del lugar.
—Luna, ven aquí —llamé suavemente, extendiendo mi mano.
Luna se acercó con cautela, sus ojos brillando en la penumbra. La recogí con cuidado y la acaricié, sintiendo su suave ronroneo.
Mientras sostenía a Luna, una figura emergió de las sombras del teatro. Era un hombre mayor, con un sombrero de ala ancha y un abrigo largo. Sus ojos brillaban con sabiduría y misterio.
—¿Así que has encontrado a Luna? —dijo con una voz profunda y calmada.
—Sí, parece que estaba aquí todo el tiempo. Pero, ¿por qué? —pregunté, intrigado.
—Luna es una gata especial. Su habilidad para mimetizarse es más que una simple coincidencia. Los antiguos artistas callejeros la cuidaban, sabiendo que algún día su habilidad sería importante.
—¿Importante para qué? —inquirí.
—Para proteger los secretos de Sombra Larga. Este teatro, y otros lugares como este, guardan historias y misterios que no deben ser olvidados. Luna es una guardiana de esos secretos.
—¿Y las plumas doradas? —pregunté, mostrando una de ellas.
—Son símbolos de protección. Los antiguos artistas las usaban para marcar los lugares importantes, aquellos que necesitan ser resguardados. Luna ha estado siguiendo estas marcas, guiada por su instinto.
Miré a Luna, que me observaba con sus grandes ojos brillantes. Entendí que la desaparición de Luna no era un simple caso de una gata perdida, sino parte de un misterio más grande.
Con Luna en mis brazos y una nueva comprensión de su importancia, regresé a la casa de los Green. La señora Green corrió a recibirnos, con lágrimas de alegría en sus ojos.
—¡Luna! —exclamó, tomando a la gata en sus brazos—. Gracias, agente. No sé cómo agradecerle.
—Luna es especial, señora Green. Su habilidad para mimetizarse no es solo un truco de la naturaleza, sino un don que la conecta con los secretos de esta ciudad. Debemos asegurarnos de que esté segura y cuidada.
La señora Green asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Prometió que harían todo lo posible para proteger a Luna. Me despedí, sintiendo una mezcla de satisfacción y responsabilidad.
De vuelta en la Oficina Central, Doña Elena me esperaba con una taza de té caliente y una sonrisa.
—Bien hecho, agente. Sabía que lo lograrías.
—Gracias, Doña Elena. Pero creo que esto es solo el comienzo. Luna es especial, y debemos estar preparados para protegerla y los secretos que guarda.
—Así es. Pero estoy segura de que, juntos, podremos enfrentar cualquier desafío.
Sonreí, sintiéndome parte de algo más grande. El SDG no solo protegía a los gatos, sino que también resguardaba secretos y resolvía misterios. Y yo, como agente, estaba listo para cualquier aventura que se presentara.
Con un último sorbo de té, me preparé para el siguiente encargo, sabiendo que Sombra Larga siempre tendría nuevos enigmas esperando ser desvelados.