En lo alto de una montaña mágica, perdida entre las nubes, existía una ciudad como ninguna otra: la Ciudad de los Relatos Vivientes. Sus edificios eran libros gigantes, sus calles estaban pavimentadas con pergaminos antiguos, y sus lámparas eran plumas que brillaban con la luz de la creatividad. Pero lo más asombroso de esta ciudad era que cada objeto, cada rincón, cada esquina tenía una historia que contar. No eran solo historias, sino relatos que se narraban a sí mismos, invitando a cualquiera que los escuchara a ser parte de ellos.
La ciudad estaba gobernada por el Gran Narrador, un sabio anciano con una barba larga y plateada que parecía hecha de hilos de luna. El Gran Narrador tenía el poder de despertar las historias dormidas y de dar vida a los relatos que yacían en las páginas de los libros. Cada mañana, subía a la Torre de la Inspiración, desde donde extendía su voz por toda la ciudad, despertando a los relatos que se encontraban en cada rincón.
Un día, una niña llamada Estrella, con rizos dorados y ojos llenos de curiosidad, llegó a la ciudad. Estrella era conocida por su insaciable sed de aventuras y su amor por los cuentos. Había oído rumores sobre la Ciudad de los Relatos Vivientes y decidió emprender un viaje para descubrir si los rumores eran ciertos. Al llegar, fue recibida por un coro de voces suaves y acogedoras que la guiaron hacia la Plaza de los Cuentos.
La plaza estaba decorada con fuentes de tinta multicolor que danzaban al ritmo de las palabras que fluían de sus bocas. En el centro, un libro gigante se abría y cerraba lentamente, sus páginas susurrando historias que cobraban vida al ser escuchadas. Estrella se acercó al libro y, al posar sus manos sobre él, las páginas comenzaron a moverse rápidamente hasta detenerse en una historia titulada "El Viaje de Estrella".
El libro empezó a narrar en voz alta, y Estrella, maravillada, escuchó su propia historia:
"Había una vez una niña llamada Estrella, con rizos dorados y ojos llenos de curiosidad, que llegó a la Ciudad de los Relatos Vivientes. Estrella, guiada por su amor por los cuentos, descubrió un libro mágico en el centro de la plaza. Al abrirlo, se encontró con un relato que parecía hecho para ella. La historia la llevó a través de calles empedradas de pergaminos, donde conoció a personajes fantásticos y vivió aventuras inolvidables.
Estrella conoció a un dragón llamado Luminus, cuyas escamas brillaban como estrellas y cuyas alas reflejaban los colores del arco iris. Luminus le contó sobre la Biblioteca del Tiempo, un lugar donde todas las historias del pasado, presente y futuro coexistían. Juntos, volaron sobre la ciudad, admirando las torres de cuentos y los jardines de poesía, hasta llegar a la biblioteca.
La Biblioteca del Tiempo era un lugar majestuoso, con estantes que se extendían hasta el cielo, llenos de libros que susurraban sus secretos. En su centro, una esfera de cristal flotaba, mostrando imágenes de historias que aún estaban por escribirse. Estrella, emocionada, posó sus manos sobre la esfera y vio su propio futuro: una vida llena de aventuras y cuentos maravillosos.
Con el corazón lleno de alegría, Estrella supo que su destino era convertirse en una narradora, llevando las historias de la Ciudad de los Relatos Vivientes al resto del mundo. Y así, con Luminus a su lado, emprendió un nuevo viaje, llevando consigo la magia de los relatos vivientes, para que nunca se olvidaran y siempre encontraran nuevos oídos dispuestos a escuchar."
El libro se cerró suavemente, y Estrella sintió una calidez en su corazón. Sabía que su aventura en la Ciudad de los Relatos Vivientes apenas comenzaba. Con una sonrisa radiante, se despidió de la plaza y se adentró en las calles llenas de historias, lista para descubrir cada rincón mágico de aquella ciudad extraordinaria.
Y así, la Ciudad de los Relatos Vivientes continuó contando su propia historia, una y otra vez, a todos aquellos que llegaban con el corazón abierto y los oídos dispuestos a escuchar.