Había una vez, en el corazón de una bulliciosa ciudad llamada Lumina, una pequeña calle que el tiempo y los habitantes parecían haber olvidado. A diferencia de las calles vecinas, llenas de vida y color, esta calle permanecía envuelta en un misterioso silencio. No había tiendas, ni cafeterías, ni el ajetreo de la gente; solo una hilera de antiguas casas cerradas y un viejo farol que ya no alumbraba. La gente de Lumina pasaba de largo, apresurada en sus quehaceres diarios, sin voltear siquiera hacia la Calle Olvidada, como si una fuerza invisible los alejara.
Pero lo que nadie sabía es que, a pesar de su aparente abandono, la Calle Olvidada era hogar de una magia única, custodiada por seres extraordinarios que velaban por el equilibrio entre el mundo visible y los secretos que se ocultaban tras las sombras.
En una de las casas, vivía Elio, un niño de corazón curioso y ojos llenos de asombro, quien había llegado a Lumina con sus padres, los nuevos guardianes de la Calle Olvidada. A Elio le fascinaban las historias de aventuras y lugares encantados, por lo que descubrir que su nuevo hogar era parte de un secreto ancestral, lo llenó de emoción.
Un día, mientras exploraba los rincones polvorientos de su casa, encontró un antiguo mapa de Lumina. Era un mapa diferente, con símbolos y marcas que parecían indicar rutas secretas y tesoros escondidos. Entre esos caminos, uno en particular llamó su atención: un sendero que brillaba con luz propia, marcado como "El Camino de las Estrellas", que comenzaba justo al final de la Calle Olvidada.
Decidido a descubrir el misterio que escondía ese camino, Elio esperó a la caída de la noche. Con una linterna en mano y el viejo mapa guardado en su mochila, salió de su casa y se dirigió hacia el farol apagado al final de la calle. Al acercarse, notó que el farol comenzaba a emitir una suave luz azulada, revelando un estrecho sendero que se extendía más allá de la calle, hacia un bosque que parecía surgir de la nada.
Elio, guiado por la luz del farol, dio sus primeros pasos en el Camino de las Estrellas. El bosque estaba lleno de sonidos mágicos: el murmullo de las hojas, el canto de criaturas nocturnas y un suave brillo que emanaba de flores luminosas. A medida que avanzaba, encontró pequeños seres brillantes que revoloteaban a su alrededor, guiándolo a través del bosque.