Marcos era un niño curioso de 10 años con pelo castaño y ojos brillantes como estrellas. Un día, mientras jugaba en el desván polvoriento de la casa de su abuela, encontró un viejo reloj de bolsillo que parecía llevar siglos allí escondido.
El reloj era dorado y en su tapa tenía grabado un misterioso símbolo, un sol y una luna entrelazados. Marcos, fascinado, lo abrió y descubrió que las manecillas giraban al revés.
Esa noche, mientras Marcos miraba el reloj, deseó volver al día en que perdió su juguete favorito. De repente, se encontró allí, un año atrás, en su antigua habitación.
Sorprendido, Marcos recuperó su juguete. Pero al regresar al presente, notó que algunas cosas habían cambiado: su habitación estaba pintada de otro color y sus libros ya no estaban donde solían estar.
Confundido, volvió a usar el reloj, esta vez para evitar una pelea que tuvo con su mejor amigo. Pero al volver, descubrió que ya no se conocían.
Marcos se dio cuenta de que cada cambio en el pasado afectaba su presente de maneras inesperadas. Decidió investigar más sobre el reloj en la biblioteca de su abuela.
En un viejo libro, encontró la historia del reloj: había pertenecido a un alquimista que lo creó para corregir sus errores, pero terminó perdiendo todo lo que amaba.
Determinado a no cometer los mismos errores, Marcos decidió hacer un último viaje en el tiempo para arreglar todo lo que había cambiado.
Después de un viaje emocionante y lleno de enseñanzas, Marcos logró restablecer su presente, aprendiendo que cada momento es valioso y que los errores son parte del aprendizaje.
Escondió el reloj en su lugar, sabiendo que su mayor poder no era cambiar el pasado, sino aprender de él para mejorar el presente y el futuro.