En un rincón tranquilo del mundo, en un pintoresco pueblo donde los días estaban llenos de risas y las noches de estrellas titilantes, vivía un niño llamado Bastián. Desde pequeño, Bastián había tenido un sueño muy especial: quería ser astronauta. En sus noches tranquilas, mientras las estrellas brillaban en el cielo nocturno, él se tumbaba en su cama y se sumergía en mundos lejanos, soñando con explorar planetas y navegar entre constelaciones.
La habitación de Bastián estaba decorada como un pequeño universo en sí misma. Las paredes estaban adornadas con estrellas brillantes que brillaban en la oscuridad, y un gran mural mostraba un cohete despegando hacia las estrellas. Sus juguetes eran naves espaciales y figuras de astronautas, y sus libros estaban llenos de cuentos sobre el vasto espacio y las aventuras de quienes lo exploraban.
A medida que Bastián crecía, su pasión por el espacio seguía creciendo. A los diez años, ya no solo jugaba con sus juguetes espaciales, sino que también leía libros sobre astros, galaxias y cometas. Su sueño de convertirse en astronauta seguía tan fuerte como cuando era pequeño.
Y entonces, el tiempo pasó, y Bastián se encontró en una etapa de su vida que parecía sacada de un sueño. Ahora era un astronauta experimentado en la Estación Espacial Internacional (ISS), donde los días se mezclaban con las noches y las estrellas parecían más cercanas que nunca. La rutina en el espacio tenía sus propias peculiaridades, y cada tarea diaria presentaba un nuevo desafío.
Una tarde, mientras se preparaba para una de las actividades cotidianas en la ISS, Bastián se dirigió al módulo de baño. Allí, tenía una pastilla de jabón especialmente diseñada para el espacio, envuelta en un envoltorio decorado con dibujos de cohetes y estrellas. Esta pastilla de jabón, aunque pequeña y aparentemente inofensiva, tenía un pequeño truco bajo la manga.
Al empezar a usarla, Bastián se dio cuenta de que el jabón no se comportaba de manera normal. En lugar de quedarse en su lugar, comenzó a flotar y a girar en el aire. Parecía tener vida propia, moviéndose de un lado a otro con una energía traviesa. Bastián intentó atraparla, pero la pastilla de jabón seguía deslizándose y girando en la microgravedad, dejando un rastro de burbujas que se deslizaban lentamente como pequeñas estrellas en una danza etérea.
La escena se convirtió en una especie de juego cósmico. La pastilla de jabón se movía con una gracia inesperada, y Bastián, entre risas, trataba de atraparla mientras flotaba en el módulo de baño. La tarea se convirtió en una pequeña aventura espacial, llena de movimientos livianos y burbujas flotantes.
Finalmente, después de una divertida e inesperada persecución, Bastián logró capturar la pastilla de jabón y volver a su rutina. Se rió mientras pensaba en lo peculiar que había sido el momento. Aunque su vida como astronauta estaba llena de maravillas y descubrimientos, estos pequeños momentos de sorpresa también formaban parte de la magia del espacio.
Pero en lugar de quedarse en ese momento, la escena comenzó a desvanecerse suavemente en la oscuridad, como un sueño que se disuelve al despertar.
Cuando la oscuridad se desvaneció, nos encontramos de vuelta en la habitación de Bastián, cuando él era aún un niño pequeño. Estaba sentado en su mesa de dibujo, rodeado de sus juguetes espaciales y libros de aventuras. Sus ojos brillaban con la emoción de la imaginación y el anhelo de futuros descubrimientos.
En su cuaderno de dibujo, había un retrato muy especial: una pastilla de jabón flotando en el espacio, rodeada de burbujas y estrellas. Y allí, en una esquina, un pequeño astronauta —que parecía mucho a Bastián— intentaba atrapar el jabón travieso con una expresión de concentración y alegría.
Bastián sonreía mientras contemplaba su dibujo, sintiendo que estaba construyendo un puente hacia su sueño de ser astronauta. Aunque no era astronauta todavía, sus dibujos y su imaginación eran su primer paso hacia las estrellas.