Hace muchos años, antes de que el Traga Luces fuera conocido por su silueta misteriosa y su sombrero oscuro, existía un hombre llamado Emiliano, cuyo brillo era conocido en todos los rincones del mundo científico. Emiliano era un joven y brillante científico, amante de las estrellas y apasionado por desentrañar los secretos de la luz.
En una pequeña ciudad bañada por la luz del sol, Emiliano tenía un laboratorio lleno de tubos de ensayo, lentes de aumento y una vasta colección de espejos de todas formas y tamaños. Su fama no radicaba solo en su inteligencia, sino en su incansable deseo de hacer el bien. Emiliano estaba decidido a crear una fuente de luz que no solo pudiera iluminar los lugares más oscuros del mundo, sino que también fuera eterna y sostenible, para que nadie, ni en las aldeas más remotas, tuviera que temer a la oscuridad de la noche.
Un día, mientras experimentaba con diferentes cristales y químicos, Emiliano descubrió una combinación peculiar que, al ser expuesta a la luz de la luna, absorbía su esencia y la mantenía brillando incluso después de que la luz directa se había extinguido. Emocionado por su descubrimiento, creó un pequeño dispositivo, parecido a una linterna, que podía capturar la luz de cualquier fuente luminosa y retenerla indefinidamente.
La noticia de este invento se extendió rápidamente, y Emiliano fue celebrado como un héroe. Sin embargo, su éxito trajo consigo una sombra de codicia. Figuras poderosas y envidiosas querían apoderarse de su creación para sus propios fines egoístas, no para compartir la luz, sino para monopolizarla y venderla al mejor postor.
Temeroso de las consecuencias que su invento podría tener en manos equivocadas, Emiliano decidió ocultar su creación. Una noche, bajo el manto de la oscuridad, llevó su dispositivo y los planos a un lugar seguro. Pero, mientras atravesaba un antiguo bosque, un grupo de ladrones lo interceptó, forzándolo a huir y esconderse en las sombras del bosque.
Durante días, Emiliano vagó por el bosque, usando su dispositivo solo para iluminar su camino en la más profunda oscuridad. Pero cada vez que usaba la linterna, sentía que algo dentro de él cambiaba. La luz que absorbía parecía llevarse algo más que la energía luminosa; parecía drenar algo de su propia esencia.
Con el tiempo, el constante uso del dispositivo comenzó a afectar a Emiliano. Su pasión por la ciencia y su deseo de ayudar a los demás se oscurecieron, reemplazados por una creciente obsesión por proteger su invento a toda costa. Emiliano empezó a vestirse con ropas oscuras para camuflarse en la noche, y su rostro, una vez amable y abierto, se tornó cansado y sombrío.
El hombre que una vez fue un científico brillante y generoso se transformó lentamente en una figura solitaria y enigmática: el Traga Luces. Con el corazón pesado por la soledad y la responsabilidad de su poder, Emiliano decidió que la única forma de proteger su invento, y al mundo de su mal uso, era absorbiendo toda la luz que pudiera, esperando encontrar un día la forma de revertir los efectos de su creación, o quizás, encontrar a alguien que comprendiera su verdadero propósito y lo ayudara a usarlo para el bien.
Así comenzó la leyenda del Traga Luces, un hombre atrapado entre la luz y la oscuridad, buscando redención en un mundo que había olvidado su verdadero nombre, pero no la luz misteriosa que una vez trajo esperanza a los corazones de aquellos que lo conocieron como Emiliano.