En un pueblito bañado por el sol,
donde el cielo es azul sin par,
Dos gatitos peculiares solían la tarde pasar.
Uno era Sol, con un pelaje dorado,
de ojos color cielo, azul de mar.
Bailaba con las motas de polvo,
sin un instante parar.
El otro, Sombra, de pelo gris tranquilo,
con ojos de olivo verde, en paz.
Soñaba en voz baja con enigmas,
con un mundo que está detrás.
Juntos vivían en un tejado,
cada uno con su verdad.
Ambos esperando un secreto, una nueva casualidad.
De repente, el viento travieso
una ráfaga trajo hasta allí,
Un mapa antiguo y gastado,
que aterrizó justo al venir.
Un tesoro escondido mostraba
en un punto incierto, sin fin.
Sol saltó de emoción, Sombra
sonrió, ¡el gran viaje iba a surgir!
"¡Vamos, Sombra, la aventura espera,
el tesoro hemos de encontrar!"
"Paciencia, Sol, el misterio es
primero, debemos el camino trazar."
Dejaron el tejado y sus juegos,
listos para empezar a andar,
Siguiendo los trazos del
papel, que los iba a guiar.
La primera parada fue el molino, del
señor Viento, fresco y sin igual.
Rodeado de una brisa suave y
suave, un lugar mágico y elemental.
Dentro había un enigma tallado,
una prueba, un gran portal.
"Es suave como una pluma, pero puede
hacer que te duermas. ¿Qué es al final?"
Sol pensó en nubes, en algodones,
su mente no pudo atinar,
Mas Sombra, calmado y soñador, dijo:
"Es mi almohada para descansar."
¡Correcto! Gritaron los pájaros,
la puerta se abrió con fervor,
Y siguieron su camino, con
más confianza y sin temor.
Corrieron al jardín de la señora
Flor, un arcoíris en la tierra fue.
Con abejas zumbando alegres,
trabajando sin un porqué.
La vida en color les sonreía,
una pista más en un tiovivo.
La pista final, decía: "El Árbol del
Conocimiento, el más antiguo, el que ha vivido."
Llegaron al gran árbol central,
en la plaza, inmenso y sabio.
Las aves cantaban historias
pasadas, en sus ramas, sin agravio.
Sol y Sombra se miraron, ya
casi al final de la misión.
Entendieron que el viaje, no
era solo una gran ambición.
Buscaron y buscaron por la
corteza, entre raíces, sin parar.
Sol cavando con sus patitas,
Sombra atento a observar.
El mapa se desvaneció en el
aire, ya no había que buscar.
El tesoro no era oro ni joyas,
sino algo mucho más de amar.
Era la amistad que crecía fuerte,
como ese viejo árbol real,
Y la ayuda que habían ofrecido,
a cada persona, sin igual.
Sol y Sombra, héroes del
pueblo, ya no buscaban metal.
Encontraron el mayor tesoro:
Ser amigos hasta el final.