En un pueblo junto al mar,
donde el sol sabe brillar,
vive Mateo, curioso y fiel,
buscando tesoros del edén.
Un hallazgo bajo la arena,
una moneda azul serena:
grabado un barco, extraña voz…
¡el océano llama a los dos!
¡Oh, la Moneda Azul, luz del mar,
te enseña a soñar y a nadar!
Habla con peces, sigue al delfín,
si tu corazón es cristalín.
Bajo el agua, en coral,
hay un palacio celestial—
lleva un recuerdo, sí, ¡pero no olvides
cuidar los mares, son tus amigos!
Una tortuga lo guió,
el delfín le susurró:
“Ven conmigo, no temas más,
el océano te dará paz.”
En su palacio de concha y sal,
vio perlas que brillan sin igual.
Pero el mayor tesoro allí
es respetar lo que hay en ti.
¡Oh, la Moneda Azul, luz del mar,
te enseña a soñar y a nadar!
Habla con peces, sigue al delfín,
si tu corazón es cristalín.
Bajo el agua, en coral,
hay un palacio celestial—
lleva un recuerdo, sí, ¡pero no olvides
cuidar los mares, son tus amigos!
Y ahora Mateo, con su moneda,
canta al viento esta conseja:
“No es del que busca con afán,
sino del que cuida el océano azul…
¡y su corazón!”