En un valle de niebla, verde y ancestral,
vivía Elara, con sueño y con paz.
Una noche de invierno, se sintió un temblor,
la estrella más grande perdió su fulgor.
Cayó en la montaña, un susurro sin luz,
dejando la noche sin su tenue cruz.
La magia dormida del valle se apagó,
y Elara supo que algo debía hacer yo.
¡Oh, Estrella Errante, vuelve al cielo ya!
Con arpas y flautas, la luz volverá.
Un viaje de ensueño, un destino final,
dejaré mi huella en el camino astral.
Con paso valiente, la niebla cruzaré,
por esta misión, la esperanza seré.
Un insecto de seda, de brillo fugaz,
una polilla guía, le dio una señal.
"El Bosque Brumoso primero debes cruzar,
donde el eco celta te enseña a volar."
Cruzó el río que susurra una dulce canción,
construyó un puentecito con gran emoción.
Subió el Pico del Gigante, la roca final,
donde la estrella esperaba, gema celestial.
¡Oh, Estrella Errante, vuelve al cielo ya!
Con arpas y flautas, la luz volverá.
Un viaje de ensueño, un destino final,
dejaré mi huella en el camino astral.
Con paso valiente, la niebla cruzaré,
por esta misión, la esperanza seré.
La estrella era fría, temblando de miedo y dolor,
Elara tomó aliento y le dio su calor.
Cantó una melodía, un deseo profundo,
una chispa del alma que dio luz al mundo.
La estrella encendida, se elevó sin final,
un hilo de plata volviendo a su hogar.
Ahora el cielo brilla con fuerza mayor,
la estrella en el cosmos tiene nuevo color.
Elara regresó, valiente y feliz,
sabiendo que la magia se lleva en la raíz.