En la aldea de montañas de nieves y silencio,
Aelar, el pintor, sentía el tiempo inerte, lento.
Mismo día, mismo lienzo,
hasta el crepúsculo final,
Pero un sonido nuevo rompió el umbral.
No era un eco normal, no,
Era un llamado, un soplo de magia y fulgor.
Capturó su atención, con curiosidad
pura,
Para buscar la fuente de esa voz de aventura.
Aelar llamó a Brillo, su amigo fiel y leal,
Un unicornio blanco, sereno y estelar.
Juntos al sendero, dejando la calma atrás,
Hacia los baldíos, donde vive la paz.
Árboles susurran secretos antiguos de amor,
El viento nos guía con antiguo fervor.
La amistad es su mapa, el coraje su luz,
En pos del misterio, ¡la magia los conduce!
¡Siente el eco, el eco, el eco de pasos de luz!
Un himno de esperanza que nos trae virtud.
Brillo blanco galopa, su cuerno es el faro,
Protegiendo la magia, un camino claro.
¡Siente el eco, el eco, el eco, en tu corazón!
Que nos guía a la cumbre de la reconciliación.
Niebla y sombras, un guardián les quiso parar,
Con un acertijo que debían descifrar:
"Caminante del día, mi existencia
desafía la vista.
¿Quién soy?"
Aelar dijo: "La imaginación, artista."
El camino se abrió, la mente pudo avanzar.
En el río al revés, el espíritu del agua,
"Dame lo que crece sin aumentar su talla."
Aelar le dio su arte, un dibujo sincero y sutil,
La expansión es interna, libre, juvenil.
En la cima oculta, la voz del Guardián resonó,
"Es un llamado puro que la oscuridad desafió."
Vieron su valentía y el amor sin final,
Les dio el poder para hacerlo inmortal.
La sombra confrontada, sin espada ni lucha,
Solo el amor, la palabra, que al alma escucha.
La oscuridad disipada por la bondad.
El eco resuena, la lealtad y el amar.
Aelar y Brillo, guardianes del lugar.
Pintando el destino con magia y con color,
El eco eterno canta al protector.