Lucas en el sol con su helado feliz,
chocolate en la taza—¡qué dulce matiz!
Pero falta la cuchara… ¡ay, qué aflicción!
Su helado se derrite sin solución.
¡Ay, dónde está la cuchara, amiga de metal?
Sin ella, el helado se va a deshacer mal.
Abrió un libro viejo, con polvo y un “¡achús!”,
y dijo un conjuro… ¡y vino Azaroth plus!
(Outro – voz demoníaca, grave y retumbante)
“¿POR QUÉ ME HAS INVOCADO,
PEQUEÑO HUMANO?!”
(Trueno lejano, eco cavernoso)
Azaroth llegó con sonrisa y honor,
no para asustar… ¡sino con buen humor!
“¡Un helado que hable? ¡Qué idea tan fina!”,
y con un ¡zas! lo convirtió en divina rutina.
El helado gritó: “¡Oye, heladero, mira!
¡La cuchara es esencial,
no la hagas desaparecer sin lira!
Me derrito en vano… ¡qué triste final!
¡Dale su cuchara… y helado 
gratis verano entero, qué tal!”
“LINGUA GELATA, CUCULLA MINOR!
CUCARACHA SPOONUS—¡AHORA, SEÑOR!”
El heladero palideció, luego rió con emoción,
“¡Helado gratis todo el verano—es mi redención!”
Azaroth se despidió con un guiño y un salto,
“Usa magia con juicio… ¡y 
siempre comparte el malto!”
Así Lucas tuvo cucharas sin fin,
y risas de chocolate en su jardín.
Nunca más llamó a un demonio, es verdad,
pero aprendió: hasta lo 
pequeño tiene magia y amistad.
“…solo no pierdas la cuchara.”