Brizolín, Brizolín,
hojita de sol y rocío,
mira al cielo sin parar…
¡quiere tocar el algodón!
—¡Quédate aquí! —le dicen—,
las briznas no vuelan jamás.
Pero ella estira despacio,
con los ojos en el azul.
Siente que allá arriba hay algo
suave, blanco… ¡y tan feliz!
¡Sube, sube, Brizolín!
¡Flutterwing ya viene ya!
¡Sube, sube, sin temor!
¡El cielo te espera allá!
El prado se hace chiquito,
las nubes están al pasar…
¡una hojita soñadora
va a tocar el cielo ya!
El roble le pregunta:
—¿Por qué miras tan allá?
—Porque hay algo hermoso arriba…
¡y quiero tocarlo ya!
Él llama a su amiga alada,
Flutterwing, con alas de sol,
y al alba llega sonriendo:
—¡Sube, Brizolín, ¡vamos ya!
¡Sube, sube, Brizolín!
¡Flutterwing ya viene ya!
¡Sube, sube, sin temor!
¡El cielo te espera allá!
El prado se hace chiquito,
las nubes están al pasar…
¡una hojita soñadora
va a tocar el cielo ya!
Se agarra a las alas suaves,
el viento canta en su piel,
el suelo es un verde punto…
¡y allá arriba está el edén!
Estira su hojita fina…
¡y toca la nube blanca!
—¡Lo logré! —grita con fuerza,
con la alegría más franca.
Al volver, cuenta temblando:
—¡Las nubes huelen a lluvia!
¡Y el mundo desde lo alto
es un sueño que se ilumina!
Las briznas callan un rato…
luego miran al azul,
y una, muy bajito, dice:
—¿Y si yo también…?
Brizolín, Brizolín…
tocó el cielo.
Brizolín, Brizolín…
y el prado soñó.
Brizolín, Brizolín…
y el prado soñó.